Rasga el silencio el aire de la sierra,
suspira con su brisa poesía,
por callejas y plazas paseando
en la noche susurra Ave María,
con las hermosas rimas de su canto.
La luna funde en lágrimas de plata,
nacaradas caracolas en tu paso,
abrasada de amor, la cera llora,
y aunque la tarde muera en el ocaso,
del Martes Penitente eres la Aurora.
Con el oro del sol entre las hoces,
los ángeles bordaron rico manto,
El Júcar pinturero, tus ropajes
tiñe con el verde del acanto
y blancura virginal en tus encajes.
Anónimas las almas de tus hijos
te mecen de puntillas en tu vuelo,
para hacer más liviana tu tristeza,
porque el blanco de tu pie no bese el suelo
y no se vea manchada tu pureza.
La frágil porcelana de tu rostro
perfuma la azucena enamorada,
el reventón clavel tus labios rojos,
la amapola tus mejillas sonrosadas,
¡La Gloria entera ostentas en los ojos!
Desbordando a raudales Esperanza,
confortas de tus hijos sus desvelos.
¡Conquense, si la ves no estas soñando
que la Reina y Señora de los cielos
bendice la ciudad el Martes Santo!
suspira con su brisa poesía,
por callejas y plazas paseando
en la noche susurra Ave María,
con las hermosas rimas de su canto.
La luna funde en lágrimas de plata,
nacaradas caracolas en tu paso,
abrasada de amor, la cera llora,
y aunque la tarde muera en el ocaso,
del Martes Penitente eres la Aurora.
Con el oro del sol entre las hoces,
los ángeles bordaron rico manto,
El Júcar pinturero, tus ropajes
tiñe con el verde del acanto
y blancura virginal en tus encajes.
Anónimas las almas de tus hijos
te mecen de puntillas en tu vuelo,
para hacer más liviana tu tristeza,
porque el blanco de tu pie no bese el suelo
y no se vea manchada tu pureza.
La frágil porcelana de tu rostro
perfuma la azucena enamorada,
el reventón clavel tus labios rojos,
la amapola tus mejillas sonrosadas,
¡La Gloria entera ostentas en los ojos!
Desbordando a raudales Esperanza,
confortas de tus hijos sus desvelos.
¡Conquense, si la ves no estas soñando
que la Reina y Señora de los cielos
bendice la ciudad el Martes Santo!